sábado, 7 de abril de 2012

Prefiero que me odies a que me quieras

Como se decía en los tiempos "felices" de mi juventud: "lo bueno de esto, es lo malo que está por llegar".
         
Cada día que pasa, la vida insiste en mostrarnos las vergüenzas de nosotros mismos, que no son más que las expresiones de reacciones incontrolables que abaten el alma y nublan la razón. Hoy, tan huérfano de amigas y respeto, hoy, sábado de los fieles difuntos, prefiero que me odies a que me quieras.
           
En este sentido, vale que se haga el aporte de besos necesarios para mostrar el camino del agradecimiento, camino que, por otra parte, no es desconocido para nadie. ¿Y yo qué tendré que demostrarle ante la imposibilidad de contrastar los hechos acaecidos? Es el fin, por más que sugiera algo fundamental en su vida: que existe para amar. 

Ante la realidad del affaire -deleznable a todas luces-, ante su confesión (más lo conocido que niega), surge la pregunta: ¿hacia dónde va el amor... hacia dónde van las circunstancias incontrolables y sus consecuencias? Porque al no ser capaz de verse y renovarse, el poder incontrolable de su incomprensión, que son males espirituales, aunque naturales para ella, ha decidido hacerse el harakiri, y, después de presentar su cara más fea, presentar la más guapa. Pero debido a su orfandad, y con razones boicoteadas desde adentro, ahora se va enterando cómo realmente sucedieron los hechos. Y entonces, le digo  que no existe una sola vergüenza ética que no haya saboteado, más continuado y exagerado con malas palabras. Sin embargo (terquedad), por sus deslices confiesa, que aquel día no existió para ella nada más que por sus consecuencias, por ello (y ahora cambia inconsciencia por consciencia), cada vez de manera menos disimulada, está pidiendo el perdón de los pecados tras el arrepentimiento.

"Si sostienes un espejo frente al rostro de los demás, asegúrate de que refleje ambos lados". Daniel Seeberger.

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