Hablo de la felicidad sin luz artificial para decir:
Qué sentido práctico el de la industria de los tiempos remotos, cuando bastaba un soplo de brisa para moler el trigo, sin necesidad de ruidos maquinales.
Qué intensidad, la del bendito amor, en aquel tiempo de versos, cuando bastaba un rielar de luna para entregar caricias, sin necesidad de un aire acondicionado.
Qué elocuencia inigualable la de nuestros tribunos de antaño, cuando bastaba soltar la palabra altisonante desde el ronco pecho para movilizar al pueblo sin necesidad de un micrófono y un sin fin de mentiras.
Por tanto, la nostalgia de tan imaginados tiempos pasados, me hace asumir la voz de mis antepasados y gritar con todas mis fuerzas: ¡Abajo el kilovatio-hora!. ¡Que mueran los megavatios!. ¡Que las centrales nucleares paren por siempre la rotación de sus reactores!. ¡Que cesen los contadores de su desalmado giro!. Y que deje de subir el recibo de la luz o me cambio a la felicidad sin luz artificial.
Dedico esta sandez, con todo el cariño, a mi amiga más joven, que estos días, por mi santísima culpa, por mi culpa... Amén. Necesita un mínimo motivo para reír. No te enfades, no me tomes en serio. ¿Qué no tienes otros motivos y otras gentes para odiar? A mí quiéreme, no te hagas de rogar, porfa.
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