Rodeado de tanta materialidad y en esta lucha feroz por sobrevivir, los principios que siempre enarbolaba como paradigmas de colindancia ciudadana han perdido valor. Así, si alguien me acusa de pérdida de identidad que le den. Si alguien creyó en mí y, decepcionado, se tira de los pelos qué pena, también que le den. No estoy dispuesto a entregarme a nadie a cambio de nada. No existen razones con las que pueda aliviar comportamientos. Quieren hacerme creer que soy libre para elegir, para tomar decisiones; quieren hacerme creer incluso que puedo pensar por mí mismo. Yo no soy libre. Libres son los que hablan. Ellos y ellas que tienen asegurado el parné. Y todo por votar a quien no me representa. No hablo de un partido político cualquiera sino de sus señorías. (Aquí no hay crisis materiales sino de valores).
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