jueves, 22 de diciembre de 2011

Perdóname

Me llamas, te acobardas y luego me cuelgas el teléfono. Saliste de mi casa plena de ira diciendo que jamás volverías a ser mi amiga. Por eso siento tanto que me llames y me cuelgues el teléfono; por eso me duele tanto saber que estás arrepentida y no seas capaz de pedirme perdón. No entiendo tu proceder. Prefieres irte defendiendo un malentendido, que es más otro descuido. Tienes suerte que esa concepción mía de la amistad me impida perderte como amiga. Otro, cualquiera, no te aceptaría de nuevo. Pero yo soy así, yo soy diferente, y aceptaría tus disculpas luego de confesarme arrepentimiento. Que arrepentidos quiere el Señor. De modo que pondré en tus labios la palabra perdóname para que la digas. Si así fuere, cuenta con mi perdón. Recuerda nuestra amistad de antes, y recuerda que, y esto te lo digo con la cara de ir a misa los domingos, quien me niega y no es capaz, tan si quiera, de confesar arrepentimiento, no merece el perdón de los pecados; y peor, si con ese mismo proceder pretendes conquistar a otros ingenuos de corazón, estás muy equivocada. Este es mi estilo de vida y mi convicción sobre la amistad, tal vez, por mi buen corazón rechazo la mentira, o quizá, porque soy inmune a los chantajes. Soy tu amigo. Ya sabes. Miguel de Unamuno dijo: "procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado".

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