Lo sé fijo de toda la vida adulta. Pero siempre me coge desprevenido. Hablo de la Navidad. No me gusta y cada año vuelvo a la depresión y la ira contenida. ¡Hay que joderse!. Sin embargo, de algo hay que escribir, y no puedo ser desleal con el espíritu navideño. Así que tengo que escribir feliz. Pues ala, de un pájaro un ala, y tiro porque me toca.
Otra Navidad, otro año lleno de logros, satisfacciones, y entrega a domicilio de situaciones difíciles a modo de aprendizaje que permiten reconocer la cara oscura del humano ser. Aunque felices, la Navidad es la invitación a la alegría, a la comprensión, y a póngase usted un sin techo en su mesa. Lástima, con la buena intención que quería poner al comentario y la realidad de las cosas, la depresión y la ira contenida, me lleva por el camino de las prisas que generan transformaciones caracterizadas por avances tecnológicos tan rápidamente que soy incapaz de seguirme. Pero tengo que hacer de tripas corazón y tirar hacia delante. Uy, suena la alarma, tengo que tomar el Actimel y las pastillas que me recetó la psiquiatra para querer a quien me quiere. Vuelvo ahora. ¡Ya!. Que digo yo que este mundo y la globalización económica presenta desafíos que la humanidad no está preparada asumir. Que no, que no podemos seguir en este plan. Que no cambiamos para ganar, que solo cambiamos para sobrevivir. En los tiempos que vivimos, Navidad incluida, hay que vivir con la espontaneidad y la incertidumbre, y esto es estar en un proceso permanente de trasformación del conocimiento con la incontenible presión de las circunstancias impredecibles. O sea, que la salud mental del humano ser hace cola en los centros de salud. El humano ser de ahora no entiende por qué tiene que perder la calidad de vida, el estado del bienestar para subsistir. Pero estamos en Navidad, así que tenemos que responder a los diferentes retos que nos van saliendo al paso con la cara más alegre que tenemos. Ay, la María sabe que vivo el día como una inevitable espiral en movimiento. Y que ya no sé a qué cartas jugar. Para ser sincero he de confesar que no sé jugar... Pero intentaré disimular, me tiraré un farol como si supiera. Me afianzaré y me perpetuaré en una sociedad que sin lugar a dudas no sabe adónde va y menos lo que dirá el lunes Rajoy sobre qué hacer con ella.
Esta vida para vivirla requiere de unas capacidades de las que carezco. No me rendiré, pero prometo que no sé qué más esfuerzos tendré que hacer para no morir en el intento por sobrevivir. Acepto humilde esta comprensión en Navidad. Amén.
UN AMIGO A OTRO:
ResponderEliminar-EN ESTA VIDA LO QUE MAS ME JODE ES LA IGNORANCIA Y LA INDIFERENCIA
CONTESTA EL AMIGO:
-NI LO SE,NI ME IMPORTA..