sábado, 15 de abril de 2017

Se llama o llamaba Caridad.

Me cuenta mi esposa que ayer Viernes Santo, 14 de abril, el esposo de una amiga falleció hace 16 años de manera trágica. No dejó ni un día 14 de cada mes de llevarle flores al cementerio. Y ayer Viernes Santo, como si a la misma tragedia le faltara una actriz, falleció la esposa de su hermano. A los dos hermanos la misma tragedia y el mismo día les arrancó de las manos lo que más querían. Leí acerca del baile de Semana Santa, si un mes y otro día, el primer plenilunio de la primavera, el calendario Judío y más que no entiendo. Si un día 14 de abril, Viernes Santo, tenía que coincidir lo que tuviera que coincidir coincidió. 16 años después. Una tragedia, peripecias de la vida humana con un final funesto. Una amiga no imagino lo que está sufriendo y no sigo. Que sea Mario Benedetti, poeta de la vida y el amor, quien imagine y lo explique.

Ausencia de Dios.

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandará siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

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