La corrupción se asienta en los pilares de nuestra sociedad de manera tal, que
ahora, y digo solo ahora, un juez está
investigando a otro popular político, empresario, colega y sin embargo corrupto. En eso estamos ayer, hoy y mañana. Burlona se ha ido la noche y
los diarios me devuelven a la realidad de un país cerrado por corrupción. Somos barro y venimos de un polvo que fue una
violación y no un acto de amor.
Los viejos no trabajamos y no descansamos. Queremos abarcar más que antes, cuando éramos jóvenes, y cuidamos los nietos, y hacemos recados, y metemos la pata. Hacemos lo que podemos y todo es poco. Lo que no podemos es comprender lo que ocurre en este país. Ni todos los viejos somos rubias ni tan estúpidos como para no saber que si se tiene dinero es todo más llevadero. Sobre todo el mes. Jamás imaginé que desearía tanto llegar a final de mes. No hablo por mí, sino por unas y otros que mueren desahuciados del amor. Cada vez se muere más gente de pobreza y enfermedad y solo uno resucita y es por amor. Los pobres y los enfermos que no se aman se mueren de necesidad.
Este pueblo desmemoriado debiera tomar ejemplo de otros pueblos que no les duele cambiar su secreto voto. Vean ustedes si son secretos los votos de otros pueblos que hasta los propios candidatos a las elecciones se meten en la cabina de tela, de tela como su bandera para recoger su voto y votar. Aman a su patria, su bandera, cantan su himno y se votan en secreto. Y sus electores de cuando en vez cambian el voto del partido de sus amores por el de otro que les convence más. Yo, cuando sea más viejo, quiero tener memoria para recordar al menos a quien no debo votar.
Soy socialista, y si tengo que volver a la trinchera volveré. Ténganse miedo, al final, el rey y el peón van a la misma caja. En la noche más oscura aparecen otros corruptos. He perdido la cuenta. Mientras escribo miro a Ian jugar y me pregunto ¿a qué edad perdemos la inocencia? Si no creyera en la locura habría perdido la esperanza. Si no creyera en lo que creo me habría tirado al monte y siquiera me molestaría en escribir una plegaria. Gracias... (de nada).
Los viejos no trabajamos y no descansamos. Queremos abarcar más que antes, cuando éramos jóvenes, y cuidamos los nietos, y hacemos recados, y metemos la pata. Hacemos lo que podemos y todo es poco. Lo que no podemos es comprender lo que ocurre en este país. Ni todos los viejos somos rubias ni tan estúpidos como para no saber que si se tiene dinero es todo más llevadero. Sobre todo el mes. Jamás imaginé que desearía tanto llegar a final de mes. No hablo por mí, sino por unas y otros que mueren desahuciados del amor. Cada vez se muere más gente de pobreza y enfermedad y solo uno resucita y es por amor. Los pobres y los enfermos que no se aman se mueren de necesidad.
Este pueblo desmemoriado debiera tomar ejemplo de otros pueblos que no les duele cambiar su secreto voto. Vean ustedes si son secretos los votos de otros pueblos que hasta los propios candidatos a las elecciones se meten en la cabina de tela, de tela como su bandera para recoger su voto y votar. Aman a su patria, su bandera, cantan su himno y se votan en secreto. Y sus electores de cuando en vez cambian el voto del partido de sus amores por el de otro que les convence más. Yo, cuando sea más viejo, quiero tener memoria para recordar al menos a quien no debo votar.
Soy socialista, y si tengo que volver a la trinchera volveré. Ténganse miedo, al final, el rey y el peón van a la misma caja. En la noche más oscura aparecen otros corruptos. He perdido la cuenta. Mientras escribo miro a Ian jugar y me pregunto ¿a qué edad perdemos la inocencia? Si no creyera en la locura habría perdido la esperanza. Si no creyera en lo que creo me habría tirado al monte y siquiera me molestaría en escribir una plegaria. Gracias... (de nada).
Bien dicho...
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