Me duele que sufras y me duele perderte. ¿Acaso no recuerdas quién soy? ¿Acaso no te das cuenta quiénes son los que ahora te acompañan? Con la mano en el corazón: ¿te atreverías a ponerme en la misma balanza? No te ofendas ni me ofendas. Me gustaría pasear contigo por Les Seniaes ahora que el azahar causa emoción para hablar de amor, la familia, de aquella promesa que juntos echamos a andar un día. Recuerda que fuimos fuego de causa común.
Me duele que sufras, y más que sufras por mí, porque creas que soy yo el mal de todos tus males. Lo podría explicar y lo entenderías, pero ahora no admites otra verdad que la tuya y es falsa. Yo no te he hecho mal. Sin ser tú culpable del todo, eres más culpable que nadie. Te sigues fiando de quien no debes, pero eso ya lo sabes, y por mucho que te diga sigues confiando en quien te hace daño. De locos. Soy más viejo de lo que aparento, soy más viejo que la edad que tengo; nunca denunciaría tu gobernabilidad, si alguien la denunció y alcanzó males mayores no fui yo ni nadie en mi nombre. Recuerda que la administración tiene medios para saber y cruzar información. Donde fui, y antes de ir lo puse en tu conocimiento para que obraras en consecuencia; te avise a tiempo y siquiera atendiste mis llamadas: "La señora marquesa hoy no está y mañana ya no vino". No pusiste remedio al estropicio. Mal aconsejada tal vez creíste que era un chiste de verano. Y sí, no soy de donde tú eres si es que eso importa: no te deseo mal, al contrario. ¿Qué puedo hacer para que no sufras? De cualquier manera tampoco sé por qué sufres. A veces creo que no puedo hacer nada por ti, tampoco que quieras que lo haga. No creas lo que te cuentan, pero si dudas, la historia es implacable.
Yo no te quiero perder, y sin intentar convencerte, porque hay comportamientos que no necesitan ser explicados para ser comprendidos, no tardarás en encontrar las palabras que convencen. Le has dado la espalda a los valores que te hicieron única. Te has ido de mí y no encuentro la razón. Ni deprimida por el fracaso ni seducida por los aplausos. La insoportable levedad del éxito. Pregunta a tu subconsciente sobre la posición de dominio que ejerces, es demasiada, y todo es susceptible de ir a peor. Vigila de cerca tu arrogancia. No tengo más que decir. Gracias... (de nada).
Bien dicho...
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