Estoy cómodo en cualquier
lugar y con la misma gente, a la que considero amiga. Pero me encanta pelear por lo que a nadie
importa, generalmente asuntos de corruptelas que tanto incomodan a
los políticos. Y así aparecen las peleas. No digo que mi obra y mi palabra tenga alcance, lo tiene para
mí: las injusticias y la corrupción me mata. Y de pelear aquí y
allá, aprendí a seleccionar las peleas que emprendo no por el
riesgo sino por la causa. La causa me tiene que
importar sea importante o no. Las causas perdidas y las que nadie defienden son las mejores, ¿a qué tanto revolver tierra en el cementerio? Si decido pelear por una causa lucho superando primero mis miedos: analizo
el caso, pros y contras, y después por las buenas me
presento a mi peor enemigo, los políticos, siguiendo como es natural la pista de la corrupción. Lo cierto es que no se esconden, se creen intocables y son apenas figuras de cartón.
Los políticos tienen una excelente
capacidad para el engaño, y la ciudadanía para la fe. La sociedad
construye mitos y líderes por necesidad. Vivimos desamparados y los
políticos nos salvan de una destrucción mayor. Nos queda más cerca
un vecino conocido o una vecina con buenas referencias que un dios a
quien creer. Y sin dejar a un lado la fe, porque en los adentros algo
nos dice que la fe va unida a la esperanza y el político a los
juzgados, confiamos en los políticos salvadores de nuestros males y
les pedimos (de ahí la corrupción y el clientelismo) generalmente lo que en justicia nos pertenece, y el político (para eso estamos, mujer) nos lo
vende con interés. O espera una ocasión mejor para
cobrar "el favor". El político no olvida y siente
respaldada su credibilidad por los votantes. Y los votantes no son de reconocer que
se han equivocado con el voto y después de haber encumbrado o
envanecido, si no es lo mismo a un político se quedan con él como mal menor. Sea como fuere, ante la
duda culpable e interesado el ciudadano que reclama sus derechos. Sin
embargo, señoras y señores votantes que tardan o tardamos 4 años en darnos cuenta de
la burla que hacen de nosotros los políticos, el miedo es suyo, no nuestro, nuestro es el dinero que se llevan
con el aplauso agradecido; miedo a perder el sillón que les
hemos prestado y tanto les acomoda además del juego que les hace con su cara más dura, hasta el punto que le ponen su nombre como los
sillones de los académicos de la RAE. No se quieren ir. Reconocer los errores y cambiar el
sentido del voto no sin antes desenmascarar las corruptelas de los señores
dueños de los partidos políticos que son nuestra
mayor decepción. Salvo honrosas excepciones.
Hay que piensa que porque vengo
de otro lugar y con otras gentes soy como soy y sería bueno que me
fuera yendo con viento fresco al mismo lugar y con la misma gente. Pero no es eso, nada tiene que ver el lugar y la gente, tiene
que ver el haber nacido y padecido la dictadura muda y con
ataduras; me niego a volver a otros tiempos sin libertad de expresión y con las
mismas sombras. Transparencia, integridad y un poema de Pablo Neruda. Se trata de Honrar
la vida pública como arquetipo para construir un país nuevo. O una esperanza. Gracias... (de nada).
La política es el engaño en estado puro...
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