jueves, 6 de abril de 2017

Los políticos en mis sueños.

Estoy cómodo en cualquier lugar y con la misma gente, a la que considero amiga. Pero me encanta pelear por lo que a nadie importa, generalmente asuntos de corruptelas que tanto incomodan a los políticos. Y así aparecen las peleas. No digo que mi obra y mi palabra tenga alcance, lo tiene para mí: las injusticias y la corrupción me mata. Y de pelear aquí y allá, aprendí a seleccionar las peleas que emprendo no por el riesgo sino por la causa. La causa me tiene que importar sea importante o no. Las causas perdidas y las que nadie defienden son las mejores, ¿a qué tanto revolver tierra en el cementerio? Si decido pelear por una causa lucho superando primero mis miedos: analizo el caso, pros y contras, y después por las buenas me presento a mi peor enemigo, los políticos, siguiendo como es natural la pista de la corrupción. Lo cierto es que no se esconden, se creen intocables y son apenas figuras de cartón.

Los políticos tienen una excelente capacidad para el engaño, y la ciudadanía para la fe. La sociedad construye mitos y líderes por necesidad. Vivimos desamparados y los políticos nos salvan de una destrucción mayor. Nos queda más cerca un vecino conocido o una vecina con buenas referencias que un dios a quien creer. Y sin dejar a un lado la fe, porque en los adentros algo nos dice que la fe va unida a la esperanza y el político a los juzgados, confiamos en los políticos salvadores de nuestros males y les pedimos (de ahí la corrupción y el clientelismo) generalmente lo que en justicia nos pertenece, y el político (para eso estamos, mujer) nos lo vende con interés. O espera una ocasión mejor para cobrar "el favor". El político no olvida y siente respaldada su credibilidad por los votantes. Y los votantes no son de reconocer que se han equivocado con el voto y después de haber encumbrado o envanecido, si no es lo mismo a un político se quedan con él como mal menor. Sea como fuere, ante la duda culpable e interesado el ciudadano que reclama sus derechos. Sin embargo, señoras y señores votantes que tardan o tardamos 4 años en darnos cuenta de la burla que hacen de nosotros los políticos, el miedo es suyo, no nuestro, nuestro es el dinero que se llevan con el aplauso agradecido; miedo a perder el sillón que les hemos prestado y tanto les acomoda además del juego que les hace con su cara más dura, hasta el punto que le ponen su nombre como los sillones de los académicos de la RAE. No se quieren ir. Reconocer los errores y cambiar el sentido del voto no sin antes desenmascarar las corruptelas de los señores dueños de los partidos políticos que son nuestra mayor decepción. Salvo honrosas excepciones.

Hay que piensa que porque vengo de otro lugar y con otras gentes soy como soy y sería bueno que me fuera yendo con viento fresco al mismo lugar y con la misma gente. Pero no es eso, nada tiene que ver el lugar y la gente, tiene que ver el haber nacido y padecido la dictadura muda y con ataduras; me niego a volver a otros tiempos sin libertad de expresión y con las mismas sombras. Transparencia, integridad y un poema de Pablo Neruda. Se trata de Honrar la vida pública como arquetipo para construir un país nuevo. O una esperanza. Gracias... (de nada).

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