martes, 4 de abril de 2017

Me chifla el café.

Hay comportamientos miserables en las personas que dejan huella; sus miserias los acompañan toda la vida como esa caja negra de los aviones: su registro no se borra y vagan como sombra pegada al alma acusados de espanto.
 
Años atrás yo tenía amigos y ahora no. Unos se han ido (los mejores, si son amigos, siempre se van los primeros), y los que lo fueron y ahora no lo son alarmados tal vez por la realidad de los hechos ¿? Las cosas no son como te las contaron, las cosas son como son. Prejuzgar no es saludable, y peor no tener la posibilidad de contrastar la versión que aceptaste digna de crédito; y ahora dudas al ver a los demás comportarse como antes y tú con cara de chiste te quedas solo en la chanza. El asunto es ese y no otro: las cosas son así, como impone la ley y su justicia. ¿Para qué "amigos" que prejuzgan sin saber? ¿Para qué "amigos" que prejuzgan? De "amigos" y decepciones podría escribir un libro. De enemigos no. Yo nunca tuve enemigos, me parece una pérdida de tiempo. Hay enemigos que no saben por qué lo son y si alguien les preguntara responderían que algo oyeron y no pondrán la mano en el fuego, mientras, otros y alguna (alguna levantó esa falsedad y tú sin pensar qué intereses la motivaban le diste grado de credibilidad) saludan y, además, me invitan a café (alguna sabe que me chifla el café). Sí, naturalmente, el desprecio me toca de cerca. (Negar el saludo a una mujer al caer la tarde es poco menos que negar el visado a un ciudadano del mundo). Gracias... (de nada).

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