domingo, 5 de marzo de 2017

No vuelvas, ya no quiero esperarte.

Hay mentiras por las calles que se venden (miedo me da tu mirada compasiva) como puñaladas de misericordia para sentimientos inanimados. ¿Habiendo como hay verdades que cantar qué se gana con cantar mentiras? Hay mentiras que duran lo que dura una duda razonable. Hay verdades y hay mentiras. Uno se entrega al amor y sin embargo...

Qué me dicen de quién lanza mentiras al aire y las defiende por encima del quebranto y la vergüenza de su afrenta.
Qué me dicen de quién invita al azahar a que acoja sus mentiras para salir en tropel como si fuera su vida en ella.
Qué me dicen de quién quiere al amor de un solo dueño con apariencia inverosímil.
Qué me dicen de quién juega a la ruleta rusa con el dolor que existe más allá del dolor de alma.
Y qué me dicen de ella, la dueña de esa mentira, que deambula con la cabeza alta y la mirada clavada en el suelo.

A las puertas del cielo no me encontrarás esperándote. Si no me ofreces no más que los excesos de tu existencia de pasarela te puedes dar por exiliada de mi relicario de amor del que un día fuiste la primera. Recuerda que los adioses son para siempre en mi impagable soledad. Desde siempre para el humano ser nada nuevo ocurre en la cotidianidad si antes no acondiciona su corazón para el amor. Te aconsejo vigilar ese "Síndrome de Diógenes" que apila pasiones impuras. Tal que Anna Ajmátova: "Estamos tan intoxicados uno del otro que de improviso podríamos naufragar". Y yo añado entre la brisa de un mar y sus brumas. Desdeñaste verdad y el amor mío. No vuelvas, ya no quiero esperarte. Gracias... (de nada).

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