lunes, 13 de marzo de 2017

Me duele una amiga.

Una amiga sobrecogida (quien más o quien menos también vive sobrecogido) frente a un inmenso mar pensó si no sería acertado tirarse a él, al mar, quiero decir. Una amiga no sabe nadar y por si la tragedia fuera poca, vive en una cárcel sin carcelero que son las peores hasta que el miedo no se enfríe. Un día de ánimo desanimado se dejó rodear por la tristeza y ya no se pudo librar. ¡Oh!, un mar. ¡Oh!, una cárcel. ¡Oh!, aquella botella que fue promesa del mes de abril (cada día soy menos yo y más otro: la suma de dos). Si llueve como llueve en marzo, cuánto no lloverá en abril.

Lo niego todo, incluida la verdad. La mentira es más sincera que la verdad cuando el viento viene de cara y el ánimo desanimado. La verdad murió de asombro por no dejarse asombrar. Maldita percepción de la realidad que impide al amor amar; pocas cosas son lo que parecen, sin embargo, duele más el amor de una amiga (musa del mes de abril) que la muerte. Gracias... (de nada).

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