No viviría en Valencia aún y así me regalaran el Palacio Presidencial y una tarjeta de suma y sigue con cargo al Erario. No viviría en Valencia por todo el oro del mundo. Los coches van rápido y saben dónde van. Los autobuses. Los peatones. Hasta las ideas van rápido y saben para qué las utilizan. Es la modernidad que se me escapó de las manos. Valencia es un baile donde cada cual va a su ritmo. A veces rápido... a veces más rápido. Y si pierdes el paso llegas tarde. Mi esposa sabe ir por Valencia yo no. Si me alejara de ella me perdería y luego vaya usted a saber qué sería de mí.
Cada cual baila a su ritmo y no hay ni debiera haber una ciudad que condicionara su estilo ni su música. Somos individuales. Hay que abrir la conciencia del momento y dejarse llevar por las circunstancias... Me dejé llevar y volví a las ordenes del caos: tuve mucha suerte. Soy afortunado. No obstante, todo es transitorio, quizás otro día vuelva porque vivimos momentos de monotonía y no tenga la misma suerte. Sabios e iluminados nos quiere el Señor. Y alegres y confiados nos quiere la María. Amor y desamor. Invocar a Dios para que nos permita ver el camino sin perdernos. Así tan complicada es la vida en una gran ciudad. Valencia, por decir.
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