martes, 9 de diciembre de 2014

Sean felices.

Con diciembre llega el fin del año, un año más para la historia. Y seguro que algunas querrán saber qué bendiciones les concederá el nuevo año 15. Puesto que sé, me parece oportuno responder a esa natural curiosidad con una historia real, real como la vida.

Hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo del Este vivía un viejo relojero. El relojero, un día haciendo limpieza en el desván se encontró con un reloj, con gran sorpresa comprobó, después de limpiarlo delicadamente, que el reloj no solo funcionaba, sino que mágico hablaba al preguntarle. Se pudiera pensar que llevaba siglos marcando las horas y tendría información fiel de la historia. El viejo relojero, no dudó en poner el reloj a disposición de las autoridades (considerando también a las autoridades eclesiásticas) y desde el día que les llevó el viejo reloj le iban a preguntar gentes de todas partes lo que necesitaban saber para sus intereses inmediatos: 

El labrador amargado por su mala cosecha preguntó: Dime, reloj ¿cuándo lloverá? Y el reloj respondió: Tic, tac, mientras yo siga reseco no habrá agua, el cielo es mío, y con truenos y  rayos si no llueve este año lloverá el próximo. 

El viejo preguntó: ¿queda suficiente aceite en mi lámpara? Y el reloj respondió: Tic, tac, los setenta van llegando y el aceite se va acabando. Cuando pasa esa fecha no prende la mecha. 

El joven enamorado, bien vestido y vanidoso preguntó: ¿hay alguien que ande más feliz que yo en el reino del amor? Y el reloj respondió: Tic, tac, cuando el rey no tiene juicio va del trono al precipicio. Hoy se pasea vanidoso y mañana estará en el foso. 

El constructor prepotente preguntó: ¿cuántos políticos pueden librarse de mi poder? Y el reloj respondió: Tic, tac, mal zapato aunque duela acaba sin suela. 

Imagino el viejo reloj y veo a mi suegra: el único ser en el mundo que todo lo sabe. Miedo me da. Nos amenazó con pasar las navidades en casa y estuvo a punto de cumplir su amenaza... y todo por nada. ¡Qué mujer!. Es una mujer de su casa. Sean felices.

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