jueves, 25 de diciembre de 2014

Es Navidad.

Es Navidad, y acabo de llevar la más grande decepción de mi vida... Va es serio, no me lo esperaba. Y hablo de mi esposa, ojo. Yo de cantar miserias no soy, tampoco de decir siempre la verdad, a no ser que sean temas de un pueblo que pasa hambre y muere por falta de medicinas que cuestan dineros al gobierno. Si pienso, incluso el gobierno quiere medicinas gratis para que no se mueran las personas. Por cada euro que se gasta el sistema de sanitario en medicina preventiva equivale a diez de ahorro. Pero ése será asunto para otro de soslayo.

Resulta que tengo un amigo, Francisco, que su negocio está relacionado con el café. (Precisamente el hermano del otro que dicen se pasó conmigo, un sexagenario, que diría Esperanza Aguirre. ¡Qué valiente!. No quedan hombres como los de antes. Pero no recuerdo qué paso. El caso es que cuando tomo café concilio los ánimos porque para mí el café es mucho y con el último sorbo siempre exclamo: ¡Ay, Francisco!. Sin embargo, hoy mi esposa se ve que no le sentó bien un día más y me dijo: 

"Pues no sabes el favor que nos haríais a Inma (la esposa de Francisco) y a mí".

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