¿No me digas que nunca has visto amanecer?
No hablo de amanecer desde el acantilado. El otro amanecer... El amenecer con la luz de alma, del alba no. Cuando eras niña... Ya, pero de eso hace mucho tiempo...
Y si un testigo te anunciara que vio amanecer con la luz de alma... ¿dirías que es un milagro para creer?
Y si ese testigo, además, te dijera que a vuelto de la muerte y camina sin tropezar con los marcos de las puertas y las farolas y que se siente protegido por la María...
“Y entonces apareció un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan; éste venía como testigo para dar testimonio de la luz, y que por él todos llegarán a la fe. No era él la luz solo era testigo de la luz de alma. (Juan 1, 6-8, 19-28).
Aprovecharse de los evangelios un domingo de ir a misa y decir la verdad pudiera no ser de buen cristiano. Pero escucha: si algo desea para ti, que fluctúas más que la bolsa de valores, ese testigo, es que llegue a ti la luz de alma y la acojas en tu ser. La luz de alma no nace de una estrella sino de la empatía, la amistad, el amor. De Dios si tú quieres. No duermes y no ves amanecer con la luz de alma... Ni que decir tiene que estás ciega.
La luz de alma es algo inusitado y tiene la capacidad de alumbrar el vació que existe en las personas que dudan y tienen miedo. Las que sufren. Las que agonizan. Las que siempre pierden.
Deja entrar en tu ser la luz de alma... y en tu corazón a quien fue testigo... Se llame como se llame y venga de donde venga.
Empiezo a creer en los milagros.
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