martes, 9 de diciembre de 2014

Amor, por ejemplo.

A una amiga le propongo un trato: aprovechando que Rajoy anda por México (su patria, por razones históricas de nacimiento), se lo cambio por un cromo "repe" de Cantinflas. Y me contesta que, o valoro su amistad como merece o... (los tacos son típicos de México).

Nadie quiere a Rajoy (lo votaron para gobernar. Tiene mandato constitucional, oiga). Y digo Rajoy y pienso en mí. Si no doy lástima en estas fiestas navideñas y consigo que alguien me llegue a querer, aunque sea por compasión (qué más bajo se puede caer) me tiro al monte. Todo pasa y nada queda, que diría el poeta. Y lo nuestro es pasar.

Quiero dar lástima y doy pena. Que igual es lo mismo. Me gustaría expresarme con igual contundencia cuando hablo de amor que de política... No es bueno escribir al dictado de los sentimientos. No se puede amar al pueblo y creer a Rajoy. Rajoy ya pertenece al sector privado. 

Disminuirá la pobreza de alma y entonces todo volverá a ser como antes. Pero sin confrontación no hay avances. ¡Ay, dona, acabaré poniendo de moda la humildad!. (Y rueda la rueda. Al fin, siempre hay una disculpa que todo lo explica y justifica).

No hay comentarios:

Publicar un comentario