miércoles, 12 de marzo de 2014

Para mi alegría

Para mi alegría necesito rodearme de sonrisas.

Que unos ojos tristes... Que una mirada de solayo que no se deja ver... Que lo único que se tiene son palabras... Palabras por decir... Pena.

De aquella manera, a veces, antes de salir de casa me asomo a la ventana, y luego de un largo tiempo de esperar la mejor de las sonrisas, vencido, me quedo en casa. O espero a la complicidad de la noche para salir. Ya no abundan las sonrisas, ¡joder, dona!. Cuantas veces me quedo en casa por no ser capaz de salir a la calle sin una bendita sonrisa para mi alegría que me acompañe. Necesito rodearme de sonrisas para vivir. En los años altos de la vida uno se vuelve indefenso y triste, y hasta para beber agua busco un vaso hermoso, quizás un regreso a la inafancia.

Una amiga me dice: "La alegría puede mejorar la forma de vivir y pensar. Perseguirla y dejarla que te impregne su vitalidad enaltecerá tu espíritu. Un saludo acompañado de una sonrisa es alegría". No lo deja ahí y sigue: "Un café a las cinco en agradable compañía estimula la amistad". (Lo sabía, amiga, intuitivamente siempre me inclino por una sonrisa para mantener el equilibrio. Una amiga crea belleza, culto y pasión con su sonrisa para mi alegría).

2 comentarios:

  1. ¿Y que tal y tu seas el que regale sonrisas? Chido ¿No?

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  2. Nadie que me haya regalado la mejor de sus sonrisas le devolví un desaire. O la peor. Una sonrisa es una sonrisa y bien vale un agradecimiento. Beso.

    Salud.

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