Acabo de llegar con Patricia de dar nuestro paseo matutino por Les Seniaes y solo puedo decir que me duele la cabeza. Aún no me había repuesto del de Les Falles y hoy le añado otro mayor. Patricia inspirada es muy peligrosa, de haberlo sabido me hubiera quedado en casa. La quiero y como el amor es ciego... Y en eso estamos un sábado de fieles difuntos, a punto de encontrarme con dona si María, la Magdalena, no la remedia. Desde luego un analgésico no ha podido. Lo que un padre aguanta y tolera a una hija es indescriptible.
Sigue con su manía, que lo es, de responder por mí a cualquier modelo acerca de mi propia personalidad... Me tiene acobardado. Está más pendiente de enjuiciar todos mis actos que de su proceder. ¿Qué ganará con no permitirme actuar como quiera? Mientras la sociedad pasa de los viejos y les da la razón en casi todo, mi hija me la quita sin habermela concedido. ¡Mátame camión!. Temeroso de ella, de ser ella para siempre, a estas alturas de la vida, prefiero que no vuelva a pasear conmigo cada mañana. No puede gobernar mi vida; no puede impedir que exprese mis afectos y convicciones dentro de un marco de respeto y libertad.
Creo en mí, me miro al espejo y me gusto, y me considero con todo el derecho de andar por la vida sin renunciar a mi verdad, a todo aquello en lo que creo y que de hacerle caso me impediría ser yo mismo. "Los deseos deben obedecer a la razón". Marco Tulio Cicerón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario