viernes, 14 de marzo de 2014

¡Descanse en paz!

De tanto enterrar a los mejores, tengo la extraña sensación que en el último de los entierros no regresé a casa. Que me he ido de esta vida terrenal. ¡Qué raro!.

De tantas tristes noticias recibidas, es la que más me impactó. Doy por hecho lo que solo es una sensación; es vivir los años altos y asumir como natural la muerte: lleva años bordeado mi vida.

Quizá sea un buen momento para hablar del ser tan extraordinario que fui. (Quién le niega a un muerto su verdad). Desde muy joven me caractericé por ser un hombre extremadamente positivo y daba la impresión que carecía de problemas. Siempre los alejé de mí: la enfermedad, la angustia, la desgracia, la queja, la decepción, los comentarios negativos y las desesperanzas. Siempre fui una persona que no tuvo en apariencia dificultades. Y nadie puede decir que le canté miserias al oído. Todo en mí era positivo.

Trabajé mucho y mis esfuerzos fueron reconocidos. Tuve grandes honores. Viví años maravillosos. Fui de esas escasas personas que aparecen en la trayectoria de la vida de los demás y contribuyen a elevarles la autoestima, la moral, a trabajar con entusiasmo y a potenciar su desarrollo personal.

También tengo mucho que agradecer a los demás, sobretodo a mis amigas. De ellas aprendí que aún en los tiempos más difíciles hay que poner buena cara y que siempre hay una oportunidad para amar al doblar la esquina. Quiero expresar mis mejores sentimientos sobre todas ellas, mi agradecimiento, aunque no encontré lógico que ninguna asistiera al velatorio a hacerme honor y expresar sus sentidos pésames a dona. Creo que no merecí el despedirme de este mundo sin mis amigas. Mi vida fue una entrega total hacia ellas. ¡Lástima!. Nunca olvidaré a una, tal vez la que más me amó, que luego de un enojoso tema tratado en un bar acerca de algo que no recuerdo, quien solo conocía de oídas, se acercó a mí y me dijo que si quería cenar con ella el viernes de la misma semana y luego ir a bailar. En aquel momento sentí que el cielo se abría para mí, pues era la más bella mujer por mí conocida. De inmediato dije sí. Desde aquel día los pensamientos fueron esperanzas y los sueños realidades. (Mi manomanía sobre la muerte no me abandona).

¡Qué triste dejar este mundo!. Me consuela que estoy en la Casa del Padre, donde moran solamente las justas. ¡Descanse en paz!.

6 comentarios:

  1. Y eres tu quien dice que yo y la muerte, ¡Blah! Tu no cantas mal las rancheras.

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  2. Quiero descansar en la Casa del Padre con mis amijas. Pero solo las justas. Y no resucitar. Beso.

    Salud.

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  3. Yo solo quiero dormir donde sea y si acaso me es permitido resucitar que sea en perro de casa rica que para andar dando penas ya tuve bastante.

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  4. Podías aspirar a reencarnarte en el dueño de la casa rica... Beso.

    Salud.

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  5. Nel, quiero ser un perro y que mi única preocupación sea comer y dormir y solo en casa rica se puede hacer eso.

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