Mientras una dama con su poesía y su amor se iba de entre los vivos, otra dama de respetable apariencia asomaba por la puerta. (Nos iremos conociendo).
Ella, enfermera del buen amor -nunca mejor utilizado y más bien ganado el título de enfermera del buen amor y humana de adopción-, murió ayer con el cariño y el respeto de los que nunca conoció y del que siempre la esperaba.
Bien se sabe: nacer, morir, nacer... es la vida, regalo de dioses. Solo hacer el bien trasciende, solo amar los sueños y el coraje de seguirlos nos diferencia. Lamentablemente, en medio está la abrasadora lucha por lo cotidiano, porque la vida pende de un hilo, y no tanto por las ausencias sino por sus recuerdos, me explico: Una reciente encuesta mostró un sociológico dato que desnuda toda la hipocresía de nuestra sociedad: "Apenas el cinco por ciento de los hombres y mujeres consideran prioritario morir".
De cuando en vez se me escapa lo humano que llevo dentro y me entristezco. Lamento de haber tenido razón y que mi percepción de las cosas, explicadas hasta la saciedad (haz memoria), haya sido confirmado por una encuesta científica. El dato, viene a demostrar que a pesar de los discursitos, sonrisitas, muecas y buenas poses, morir no apetece a casi nadie, y solo porque andamos bien de hipocresía. Según mis fuentes la hipocresía está en su mejor momento (hay que resignarse). Las personas solo aprendemos sufriendo, sino, ¿cómo es que andaba tan segura y confiada una dama con su poesía y su amor? Hoy, un miércoles insulso pasará, como debiera pasar el día mundial de la hipocresía, sin pena ni gloria. Ay, dona, y todavía hay gente que le apetece vivir.
Pero vivir, morir, nacer, morir... son paradas del mismo viaje. Como decía el filósofo: "En mi fin está mi principio". Pero en esta vida nuestra, ¿qué está muriendo para que nazca qué?
Ayer, en un descuido doliente, salí de casa en busca de una violeta oculta bajo la hierba al pedacito de cielo donde todo comenzó. No la encontré, o tal vez tuve miedo al recordarte, y regresé sin haber removido una sola hierba. De vuelta a casa, con el fin de darle tiempo a mi dolor, alargué por otros caminos el regreso, y en la pared más impoluta había un graffiti que decía: "Cuando sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas".
Lecturas confusas del pasado, recuerdos, miserias y miserables también: para hallar respuestas, nada como extasiarse en el pedacito de cielo donde todo comenzó: ojalá, y por una vez más, una esperanza más.
"En mi fin está mi principio" y es tan cierto. Cada vez que morimos lentamente sea por dolor, sea por tristeza, sea por decepción, por algún fracaso o frustración, cada vez, esas pequeñas muertes de la vida como suelo llamarlas, me ayudan a revivir, me reencarnan en un ser más fuerte, con más ímpetu. Pero cuando la muerte me sorprende en la carne, y al verme en el espejo veo el rostro de un ser amado que va despacio desapareciendo detrás de mi figura, no hallo respuestas y es entonces "Cuando sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas"
ResponderEliminarTe presumo feliz. Beso.
ResponderEliminarSalud.