domingo, 12 de agosto de 2012

Una mirada decidora

Cicerón dijo: "De humanos es equivocarse; de locos, persistir en el error".

La Palabra de Dios no está sujeta a interpretaciones. Otras palabras, tal vez todas las demás palabras lo están. Palabras que simplemente tienen el valor que cada cual les quiera dar. Palabras hirientes. Palabras de amor. Palabras que no llegan a entenderse. Palabras vacías. Palabras... solo palabras. ¿Una mirada vale más que mil palabras? ¿Precisamente mil palabras? Una palabra. Una mirada. Una explicación a tiempo hubiera acabado con el malentendido. Hablo de amor, y aún así... y todo lo demás. Conviene cuidar el sentido que le queremos dar a las palabras. Porque las palabras, como las pistolas, las carga el diablo. Una palabra estrechamente ligada a una intuición, no a la evidencia. Amor. Amor egoísta. Amor sediento de caricias. Amor perdido que al acercarse a la barra de un bar el camarero sin pedirle ya sabe lo que quiere. Un camarero siempre sabe lo que un amor de media noche necesita, o quiere. Un trago y mil. Una palabra hubiera evitado aquella mirada, porque había voluntad; que hablo de amor. Una palabra hubiera roto aquel silencio. Una palabra por decir.

El miedo a la palabra hace fracasar al amor, y entonces el mundo se paraliza, el aire se torna espeso y no se respira, y aparece la duda y se toman lamentables decisiones. Y le damos largas al amor... Un amor invita a tomar decisiones: La oportunidad perdida. Reconocenos al ciego por el bastón blanco. Miedo al amor. Miedo a la vida. Miedo a equivocarse. Y sin embargo, equivocarse es aprender.

Quizás algún día el agua vuelva a su cauce natural, y como si un sueño, como si nada hubiera ocurrido... Quizá ya ocurrió: todo sigue igual. El amor está por encima de todas las miserias humanas, miedos y dudas. Una mirada decidora.

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