Si tuviera que elegir un mal elegiría la impunidad para que no pudiera convertirse en delirios de grandeza. La impunidad cruel e insensible ante una sociedad que camina sobre la cuerda floja entre la pobreza, el desamparo y la enfermedad. La impunidad culpable.
Miro un horizonte que presagia tormenta. Los señores dueños de los partidos políticos impertérritos, se reconcilian y concilian la manera de perpetuarse en el poder. "Lo que no se puede ser es pobre, salgamos de la pobreza y seremos impunes". ¡Oh, políticos preocupados solo de sus intereses!. Inevitable como la muerte. Como buitres, siguen alimentándose de la carroña institucional, del vulgar clientelismo y la desvergüenza, del erario. Y todo pasa por la impunidad. A ver quién gana más sin que se sepa. Que nadie se entere de lo que hacemos. Estos señores, de todo dueños, tienen suerte en la vida, y todo gracias a la impunidad que les protege. Donde no hay vergüenza no hay miedo. Y además se cubren las espaldas, aunque de cuando en vez, torpes con hacienda o algún descuido de malquerida, les prende la justicia sin miedo y sin sanción porque delinquir sale barato. Los que mandan, los que deciden, los que oprimen, los que hieren. Pueblo excluido de su condición ciudadana: ¿amanecerá algún día? ¡Que la sociedad no renuncie a su sacrosanto papel fiscalizador!. En este país la impunidad queda sin castigo, porque todo queda en casa suspendido en el orden de la palabra y no de la existencia. "En cuanto alguien comprende que obedecer leyes injustas es contrario a su dignidad de hombre, ninguna tiranía puede dominarle". Dijo Gandhi.
Nuestra justicia tiene grandes logros, pero también tiene grandes intereses y grandes desvergüenzas. ¿Estará politizada la justicia? "... y Caronte de nuevo ha llenado su barca de inocentes...".
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