Según me cuentan, en un pueblo cercano, existe una especie de cueva de la reflexión en favor de los grandes olvidados, donde una dama de buenaventura, vive atrapada en su conciencia. Esta bella dama, se dedica a recitar su poesía cuando se compromete con las necesidades espirituales de los desamparados de la vida, convirtiéndose en un oráculo, aunque no el de Delfos -que por allí andaba Apolo mostrando sus vergüenzas-, sino en un oráculo del amor y sus benditas necesidades donde todavía anda Dios y María Magdalena enamorada. Esta dama de buenaventura, de gustos y disgustos, de voz anquilosada, ha perdido su gracia, su risa y su mirada, y desde su cueva impone su verdad a pesar de sus descuidos. Es una verdad anacrónica, añeja y fuera de tiempo.
Dama de buenaventura, con el recuerdo viene el olvido, y conviene ir en busca del amor antes de que sea demasiado tarde. Recita tu poesía, pero no olvides tus argumentos que se están haciendo viejos. Asómate a la vida, deja de llorar tus descuidos.
¿Cómo va a importarle a una dama de buenaventura un amanecer entre sábanas blancas si el éxito lo tiene asegurado en su cueva de la reflexión? (Si tu Dios es su Dios, que él te bendiga).
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