miércoles, 8 de agosto de 2012
La filosofía y la política
Los escépticos en filosofía han sido siempre muchos más que los escépticos en política. Siendo la política una actividad que genera catástrofes: odios, guerras, muertes, prisiones, destierros, etcétera, el caso es que despierta mayor placer y entusiasmo, más credibilidad que la filosofía. (¡Hay que joderse!. Otro milagro para creer). La filosofía está compuesta de ideas, razonamientos, de creencias antiguas y modernas, investigaciones metódicas que van a parar directamente a la duda. Sin embargo, la política suscita militancia y adhesión incondicional. La política ha sido tildada en todos los tiempos como la profesión de la mentira y el engaño, de la corrupción. La filosofía, por el contrario, se la tiene por camino de sabiduría, esfuerzo intenso hacia la verdad. Ante sucesos inesperados la gente suele decir: "No puedo creer lo que ven mis ojos". Y es que lo que vemos podría ser un espejismo, por tanto, no podemos fiarnos del testimonio de los sentidos, según reza la vieja expresión de los escépticos. El asunto es que los grandes pensadores someten las proposiciones más sencillas a rigurosos exámenes de los cuales vuelve a brotar el escepticismo. Son parecidas la duda cartesiana, la ironía socrática, la indecisión epistemológica de los lingüistas. Los políticos dan la impresión de estar siempre bien seguros de lo que pregonan, y es que todo lo visten de lagarterana, ponen en su boca palabras de futuro de Alicia en el país de las maravillas; hablan enfáticamente de los proyectos como si fueran ya una realidad, expresan sus convicciones con tanta fuerza que el público escucha lo que explayan y aceptan sus predicamentos sin ningún razonamiento, sin lugar a duda, y solo por el tono decidido y autoritario que usan. Los filósofos, dubitativos y cautelosos, atraen muy pocos seguidores. ¿Quién escucharía o iría tras de unos individuos que no saben a qué atenerse, que son la duda permanente? Ni siquiera saben si lo que otros saben es verdad. Pero existe una "tercera vía": ni políticos confiados, ni filósofos desconfiados de sus verdades; no me refiero al sociólogo Giddens, con su mezcla de filosofía y política. Se trata del camino del olfato y del tacto, de la emoción, de la belleza, de la experiencia. Distinguimos el olor de una cloaca del perfume de jazmín; por el tacto sabemos la diferencia entre una gramínea y un cactus; de soslayo reconocemos el amor inmarcesible. La palpación del mundo es la cura suprema de la ceguera epistemológica. Amor y santa poesía. Los amantes se orientan perfectamente en la oscuridad, afirma ella con una leve sonrisa y una triunfal mirada. Pero yo te busqué, responde él, cual quien no existe.
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