sábado, 4 de agosto de 2012
Tiene que llover
Hace meses que no llueve en mi pueblo, eso es un drama para el cultivo de los campos, también para la limpieza y la higiene del pueblo; las tuberías están llenas de basura y no es difícil ver por las calles algunas fugas de agua. Pero, acostumbrado a la esperanza, esa dama que nunca me abandona, visito a diario una página de información meteorológica que es una gracia: a tres día vista se cubre de nubes el cielo y al cuarto llueve. A mí eso me anima, aunque sé que me engaña, porque nunca lleve; a mí eso me anima porque creo en un porvenir mejor. Yo espero que un día aparezca el porvenir y nos arregle la vida a todos y todas. Un día llegará el porvenir cargado de bienes y adiós crisis y miserias. De momento solo quiero que llueva para salir a la calle y oler a tierra mojada. Hace tiempo que no huelo a tierra mojada, pero tengo la esperanza de que llueva y el cambio de temperatura alivie mi espíritu entristecido desde hace un tiempo. La lluvia relaja e incita a dormir. Yo duermo mal, y no se trata de mala conciencia, simplemente duermo mal: eso es todo. Bueno, tampoco me apetece hacer algo, no me apetece hacer algo, y salir de casa tampoco. La dama de la bata blanca dice que si sigo en este plan enfermará mi psique y me tendrá que medicar con pastillitas de colores. Yo no quiero que me medique, quiero vivir a mi manera y disfrutar de mis cosas como siempre, a pesar de no tener quien me acompañe. Y a pesar de que le tenga que ladrar yo desde casa, no pierdo la esperanza de que algún día le pueda levantar la falda a la luna en su noche de plenilunio. (El amor me sacará de este paredón de fusilamiento en el que me encuentro).
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