Éramos jóvenes y estábamos seguros de hacer la revolución un día cualquiera. El mundo nos cabía en el bolsillo. Unos estudiaban y otros trabajaban, y todos hacíamos panfletos. Éramos jóvenes y hacíamos la revolución como hacíamos el amor, a la luz de la luna y a escondidas. Amores ingenuos, como nosotros. Como deberían ser todos los amores, ingenuos. Las crisis económicas eran tan jodidas como las de ahora, pero no le dábamos importancia. Entonces no había prima de riesgo ni deuda pública. Además, si teníamos que devaluar la peseta lo hacíamos y santas pascuas. Y a comer de la huerta, del campo, de lo nuestro. Ahora que pienso, ni había "Todo a Cien", eso sí que es raro. Éramos jóvenes y eran otros tiempos. No teníamos coche, ni bicicleta, por no tener no teníamos ni madreñes. Y de ropa una camisa y un pantalón para ir y venir del trabajo, y otro para los domingos. Armario teníamos, pero fondo de armario no. ¡Qué tiempos!. Éramos jóvenes y los fines de semana terminaban en lunes. Siempre había una disculpa para una noche de tertulia. De sidra y de Asturias Patria Querida.
Éramos jóvenes y conocí a Ángel González y Pablo Neruda, aprendí a leerlos entre el brillo de unos ojos tristes. Éramos jóvenes y había gente que se moría de hambre pero no de incertidumbre como ahora. La televisión, los periódicos, la radio nos asustan, nos tienen paralizados. Ay, dona, ahora con 450€ seguimos siendo pobres, más pobres que ayer con 400€. Pero somos poco pobres, aún tenemos que ser más pobres para ser patria. Y lo peor, ahora somos viejos.
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