Si por casualidad fuera coincidió, que no eché mano de mis amistades (médicos y enfermeras y viceversa), que hice de tanto patear hospitales, de tanta consulta médica y visitar enfermos. A los viejos nos conocen los guardias de seguridad de los hospitales por el nombre y nuestros motivos.
El caso es que llevo unos días de aquella manera: dolor de cabeza de aquella manera; zumbidos en los oídos de aquella manera, y cansancio extremo. Así llevo unos días. Mi esposa, que en esto salió a su madre, "omnisciente", me explicó con buenas palabras que tenía que ir a urgencias... Pero, aunque tengo papeles, no me atrevo porque tengo miedo. Aguanté hasta ayer... "Ya te lo decía yo, pero nunca me haces caso" (mi esposa con la cara de los entierros).
Llegamos a urgencias y en la ventanilla de admisiones me pidieron el SIP (la tarjeta sanitaria), me tomaron los datos y me mandaron esperar, que ya me llamarían. Mientras esperaba, llegó una madre con su hija pequeña que había resbalado en la piscina y tenía el tobillo dolorido. La madre y su hija venían vestidas con ropa de piscina y no llevaban el SIP (creyeron que iban a urgencias y no al cine que sin entrada no te dejan pasar). Pero eso no es malo, lo malo sino peor es que eran madrileñas y con el nuevo decreto ley de Rajoy no es lo mismo una madrileña en Madrid que en Valencia. Así las cosas. Entonces, tenían que esperar a que alguien ¿? le dijera a la señora de admisiones si las dejaba pasar, las mandaba de vuelta a la piscina o les pedía un aval bancario. Por la María que sucedió como lo cuento. Y la niña sufriendo un decreto ley en el tobillo que nadie explica ni se entiende.
En esto me llamaron y me atendieron de lo más bien. Primero una enfermera y luego un medico. Nada serio: unos analgésicos, unos antibióticos y una semana en cama de sábanas blancas. Cuando salí ya no estaba la madre con su hija. Así que no sé en qué paró la cosa. Y a la señora de admisiones no le pregunte porque tengo miedo.
Después fui a la farmacia y no me cobraron los medicamentos. Me dijeron que hoy (por ayer) no.
Hasta ahora entendía poner a prueba la capacidad de empatía, de entender y perdonar a nuestra colindancia. De amarnos los unos a los otros sin importar credo ni religión. Entendía poner a prueba la resistencia humana en cualquier circunstancia. Pero las cosas han cambiado en este país franquicia de Rajoy. Podrás ser reconocido por tus obras, por tu altruismo, por tu bondad, por tu honestidad. Podrás destacar por tus conocimientos, por tu excelencia. Podrás rezar y cantar alabanzas al Señor. Pero si no puedes demostrar con papeles que eres valenciano en Valencia, madrileño en Madrid, etcétera. Si no puedes demostrar con papeles que eres ciudadano del mundo en España, si hablamos de sanidad, te tienes que morir. De ahí la gravedad de la cosa. De ahí nuestra miseria humana. Y sí, tengo miedo.
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