Considera que escribir es un privilegio al alcance de todos, a la vez que una gran responsabilidad porque la palabra es poderosa si quien la escribe lo hace con talento. Con la palabra se puede construir o destruir; se puede causar esplendor o inmundicias. Muchas son las veces que se utiliza sin que se ponderen sus efectos. La palabra corre y vuela, se hace parte del discurso y atraviesan las irreverencias. La palabra dice y es escuchada, pero no todo el mundo le responde o no le interesa su mensaje.
Está convencido que para escribir no hay que aislarse ni colocarse en un punto inaccesible del universo, olvidarse del mundo y dejarse envenenar por la palabra. Para escribir hay que estar dispuesto a aprender cada día de las experiencias y los libros; atrincherarse en los rincones de la reflexión y calarse de sentimientos humanos; detenerse a contemplar lo hermoso que se tiene al alcance y disfrutar de ello; acongojarse ante las injusticias, ante el amor y el desamor; deprimirse ante el óbito de la amiga; horadar el silencio y buscar en la oscuridad de la mente el germen creador. Para escribir hay que crear consciencia si no se tiene.
Dice que escribe cada día. Que cada día busca obediente la forma de hacerlo un poco mejor. Y aunque veces parece que susurra al poeta lejano, sabe que solo escribe a las puertas del silencio entre el escándalo de una realidad que tiene la virtud de ser escuchada y arrullada en la aislada madriguera de su mente.
Es lo que cree, y, sin dejar de pensar qué será eso del talento, escribe sin complejos. Porque escribir le llena de satisfacciones, le estimula y le encharca de paz el espíritu. Disfruta escribiendo, padece escribiendo. El día se encarga darle suficiente materia para escribir. Son dosis de inesperados acontecimientos de todas clases, y también la manera de sortear los malos y cobijarse en los buenos. Le hace feliz escribir. Por eso sostiene que descubrir su apetencia por la Literatura es lo mejor que le ha podido suceder en los últimos años. Para él la Literatura es el campo en el que se ejerce ampliamente la libertad y le ofrece infinitas posibilidades para la creación, para construir realidades dentro y fuera de la ficción. Afirma que escribir le ha enriquecido como persona, y el horizonte que le ha aportado ha contribuido a pinchar su imaginación y a conocerse mejor, incluso a los demás. Escribir le mantiene alerta sobre aquellas cosas que se le antojan interesantes para ser contadas. Y ha llegado al convencimiento que ya no puedo detenerse, que mientras más escribe más revitaliza su mente y amplía sus argumentos sobre lo hermoso que es vivir y compartir.
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