viernes, 11 de mayo de 2012

Susana

"Todas las almas que son discretas hacen lo mismo que las violetas".

Era tarde, tal vez fue ayer... ay, no sé, estos días... Cuando aprovechando que la lluvia daba una tregua, tomé la noche por aliada y decidí hacer camino por las rodadas resbaladizas que improvisan los carros: así me adentré en el campo. Y al cabo de un tiempo caminando la descubrí entre unos naranjos. Era una mujer desgarbada, flaca, rondando los cuarenta, con ojeras que delataban que llevaba varios días sin dormir y con una flor de azahar entre las manos. Calada hasta los huesos, la mirada perdida, desprotegida, tuve el impulso natural de ayudarla. Pero su porte… aunque no la creí capaz de hacerme ningún daño me intimidó. Así que con su imagen grabada en mi mente continué haciendo camino. Luego de un trecho pensé que no había hecho lo correcto en irme sin interesarme por ella, debía hacer algo para ayudarla, entonces volví por mis pasos. Seguía en el mismo lugar que la había dejado con la flor de azahar entre las manos, igual que la vi por primera vez; y volví a quedarme paralizado y solo pude preguntarle qué le ocurría. No me contestó, tan siquiera me miró, y me fui de su lado pensando que ojalá la María le ofreciera la ayuda que yo no le supe dar. Con pesar llegué a casa y me puse a pensar en aquella extraña mujer que tanto me impactó, y recordando su figura pensé que si no estaría en lugar equivocado, si un campo de naranjos no sería su realidad y fuera una ninfa de la naturaleza que solo se la puede ver amparada en la noche desvelada... Fue cuando me di cuenta que no era azahar la flor que tenía entre sus manos, que aquella flor era una violeta. Me dije que era raro que donde reina el azahar llevara una violeta entre las manos. Luego me di cuenta que las violetas no son flores corrientes, no son flores para presumir. Las violetas son flores muy discretas, necesitan tiempo, cariño y una sensibilidad especial de quién las mire para darse a conocer. Las violetas no se entregan a quien no sea capaz de ver más allá de su mirada. Estoy seguro que no la dediqué tiempo para ver en ella algo más que su triste figura, tiempo para apreciar su interior, su verdad, su alma.

¿Por qué las violetas ocultan su belleza bajo la hierba?

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