Como consecuencia de cuatro meses llenos de engaños y burda manipulación, en este país se ha creado una capa perjudicial cuyo componente principal es la incertidumbre. Una parte de nosotros mismos se despeña por la traición y la mentira. Es la falta de transparencia en el accionar de este gobierno. Es insólito el hecho de estar todos y todas esperando que llegue el viernes para ver a la vicepresidente con dos ministros a cada lado para decirnos que las cosas están peor que la semana pasada y que hay que recortar sí o sí. Y que la culpa es del PSOE. La pasión con que Rajoy asume las cosas con las cuales se identifica la Merkel , es más que una política de ajustes, más que un ejercicio democrático ante la crisis. Es una muerte anunciada por capítulos.
Así actúa la iglesia católica que ve el demonio hasta en la eucaristía. Cuando se trata de política la situación se torna de lo más preocupante. Tenemos miedo a salir de casa. Que sino el demonio es manostijeras.
Para el pueblo llano nada es bueno, todo es malo. El discurso es destemplado, demagógico, y carente de propuestas coherentes y con alternativas lógicas. Esto nos lleva al fracaso. Como respuesta a esta situación el pueblo solo puede salir a la calle y protestar. Al pueblo se le debe escuchar. Esto es el imperio del desatino. Y lo peor, la sanidad. Va en serio. Y hablo de los emigrantes que nos sacaron las castañas del fuego con trabajos que no nos interesaban, y que a partir del uno de septiembre no tienen derecho a la tarjeta sanitaria. Solo les atenderán de urgencias. Urgencias que pueden detectar un cáncer, por decir, o sea, la muerte sin atención médica con quimioterapia, radiología, y un sin fin de pruebas más. Como si se detecta una esquizofrenia y no se trata, que entonces la María no dará abasto. Sé bien de qué hablo. Qué país queremos, esa es la pregunta. Malo es que paguemos los medicamentos, que nos suban el IVA, la educación, la electricidad, la gasolina, el transporte, la cesta de la compra, que les quiten dinero a los funcionarios, a los pensionistas, o que los salarios no pasen del día quince. Malo es todo y no cabe recurso. Pero si hablamos de vida las cosas cambian. Rajoy parece no saber que la vida no tiene precio, y no es negociable. Y la muerte lo sabe.
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