Al verdadero amor que perdona me apetece escribir esta mañana de domingo ahora que sé que Dios y María, la Magdalena , así lo quieren y lo han autorizado.
Hoy voy caminar por una de las calles que conducen a tu casa embadurnadas de malos recuerdos, de silencios y lamentos discordantes, y deseo con todas mis fuerzas encontrarme con una realidad capaz de aturdirme los sentidos, observar las acciones dignas y perseverarlas para acaso descubrir más allá de mis reprobables acciones, y toda esa marabunta de ejemplos inadecuados capaces de frustrar al más grande de los sentimientos.
¿Qué puedo hacer ante la fuerza obsesiva que me invade ante el conglomerado denso de comportamientos indeseables?
La comodidad conlleva a una incapacidad del pensamiento que atrofia el sentido común, paraliza la voluntad y hace crecer infravalores capaces de convertir al humano ser en autómata donde las decisiones están manipuladas y las metas contaminadas de oscurantismo.
Lo sobrio es parte del pensamiento que somete las situaciones seductoras. Yo culpable, pero mi culpabilidad merece una reflexión para no sucumbir al drama que produce la alienación mental capaz de formar clones sin autonomía marchando al compás de una voz hasta el síndrome esclavizante del deseo.
Los enajenados del amor también formamos parte de la vida. Aunque los versos del poeta son manantiales de sensaciones capaces de reflejar los más bellos sentimientos, nada es posible sin el perdón de la persona amada.
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