"Nadie rebaje a queja o reproche la tremenda sabiduría de aquél que con magnifica ironía me dio a la vez los libros y la noche. Fue sin querer, es caprichoso el azar". Juan Manuel Borges.
Como ocurre en la primera etapa del desamor, la paráfrasis que ayer mantuve con una amiga descubre el absurdo de una relación. Además del sentido de las palabras cuando se dicen sinsentido. Como si fuéramos niños, ella decía que era más amiga mía que yo de ella, y que tenía pruebas. Pero yo tenía mis razones: quería que me explicase por qué no contestaba mis llamadas telefónicas.
No lo negó, y tuvo la desfachatez de decirme que recibió mis llamadas en el contestador, pero que no le apetecía hablar conmigo. Fueron cuatro las veces que insistí. No estoy enojado con ella porque no quiera hablar conmigo, lo estoy por el hecho de no haberme devuelto las llamadas.
No lo negó, y tuvo la desfachatez de decirme que recibió mis llamadas en el contestador, pero que no le apetecía hablar conmigo. Fueron cuatro las veces que insistí. No estoy enojado con ella porque no quiera hablar conmigo, lo estoy por el hecho de no haberme devuelto las llamadas.
Así, sostuvimos el debate apoyado en la falta de sintonía, la misma que desde hace tiempo mantenemos. Creo que se nos está yendo la amistad para siempre.
El desamor desnuda lo peor del comportamiento humano; todos queremos tener razón, pero solo uno la tiene si la tiene. Evitaré desde ahora, aunque me duela, llamarla sino me llama. Y si me llama no le contestaré la llamada. Creo que le di amistad sin ser candidata siquiera. Sin embargo, más me preocupan sus ojos negro azabache y su mirada decidora. Nunca perderé la esperanza de tener algo con ella.
Aunque parezca que la he perdido para siempre tal vez no sea del todo cierto porque no ha perdido su hechizo. Y a mí solo el amor me ha vencido en esta vida. (Resucitaremos algún día si tú quieres, aunque nos cueste la vida).
No hay comentarios:
Publicar un comentario