Ayer la vi.
Hace años que no la veía.
Ayer la vi, tal vez por casualidad
-quién sabe-,
y el cariño estaba allí.
Como quinceañeros, sorprendidos, apenas supimos qué decirnos, cómo estás y dos besos. Luego hablamos de cómo nos iba la vida. De la familia y poco más. Hablamos con prisa. Y quedamos para otro día. Tal vez por casualidad.
Nos conocimos hace ahora mil años. Era una mujer solitaria de apariencia, pero en sus adentros habita otra mujer muy distinta. La primera vez que la vi fue en la terraza de un bar tomando café: nos gustaba amargo el café. Ni recuerdo quién nos presentó, pero fue tan agradable el momento que hubiese querido quedarme allí el resto de la tarde... o de la vida. Desde aquel día he sentido una profunda admiración por ella. Ella, cuya curiosidad intelectual la llevó a estudiar toda su vida. Recuerda los días importantes de su vida con todo lujo de pormenores. Este encuentro de ayer me confirmó en pocas palabras que en ese sentido nada ha cambiado. La vi feliz, como siempre dedicada a sus cosas, buscando algo nuevo de la vida diferente a lo vivido. No pierde detalle para dejarse sorprender. Es inteligente: lo que no ha leído lo ha practicado. Cree en el orden de las cosas y tiene esperanza. Es fascinante oírla hablar de cómo en su vida las cosas más importantes le han sucedido en los momentos deseados. Está convencida que a pesar de todo lo negativo que afecta a nuestra sociedad, estamos viviendo el despertar de un nuevo amanecer. Es humilde, pero esa humildad que nace del interés genuino por los demás. Hoy, luego de esta noche y sin dejar de pensar en ella, creo que una lluvia de recuerdos cayó sobre mí, tal vez por casualidad.
"Donde te encontré ha pasado algo... Donde te encontré ha surgido un valle donde brilla el sol, donde canta un hombre, donde te encontré, donde tú me hallaste la noche es de estrellas, la luna es de mar". Pablo Milanés.
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