"Acudí hace poco a una conferencia en la que el orador hablaba de la alergia a la vida, pues hay también individuos alérgicos a la vida, así, en general. Se trata, decía el disertante, de una alergia que, sin matar, produce infinidad de síntomas que convierten la existencia en un infierno". Juan José Millás.
Frente la alergia a la vida, el señor Millás al final del artículo propone la escritura como antídoto. Escribir es saludable y ha de ser un buen antídoto. Pero yo iría más lejos: proponer a estos individuos y a la vida un día de reconciliación. Que los dos son culpables. Porque uno no es alérgico si nada o nadie le provoca esa alergia.
En cualquier momento la realidad de las cosas nos sorprende con hechos que nos producen alergias, son hechos y son comportamientos. A mí la vida me produce felicidad simplemente al ver amanecer el nuevo día. Es Rajoy: Rajoy es el que me provoca alergia: Mariano Rajoy no es saludable para mí. Es verlo en la televisión y me salen unas erupciones rojizas en la cara y un resquemor que no lo puedo aguantar. Alergia a Rajoy. Eso es lo que tengo. El médico me dice que no vea la televisión, que no piense en él, porque la cortisona ya no me hace efecto. Y cuatro años arrascándome la cara no es plan: acabaría en los huesos. Pero no sé qué hacer, desde luego quedarme esquelético no quiero. Y dejar de mirarle no puedo. Que si no supiera de sus actuaciones igual hasta me caería bien; yo me llevo bien con todo el mundo. Pero con él no puedo y no puedo. Tal parece que este país ha sido creado para que él lo cambie porque sí. Cada viernes nos lo presenta con una imagen nueva, lo recorta y manipula a su gusto. Hay tantos excesos en su comportamiento que no pasa un viernes y no nos sorprenda con una nueva ocurrencia histórica. (Todo me hace pensar que no alcanzaremos la estabilidad económica y la creación de empleo hasta que este señor entre en razón o se vaya. Y con él mi alergia).
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