martes, 8 de marzo de 2016

Rafael Obligado.

La Pampa.

La aurora es la belleza que deslumbra,
la juventud, el canto, la armonía;
la tarde es un ensueño en la penumbra,
el beso de la noche con el día.

La tarde de la Pampa misteriosa
no es la tarde del bosque ni del prado
es más triste, más bella, más grandiosa,
más dulce muere bajo el sol dorado.

Ni un rumor escucháis, ningún ruido
en la vasta planicie solitaria,
solo un vago y dulcísimo gemido
como el ruego postrer de una plegaria.

Cual el perfume de la flor, abierta
a los besos del céfiro que gira,
el alma se desprende, flota incierta,
y con las ondas de la luz espira.

El cuerpo desfallece; la mirada,
como el ave en la mar, sin rumbo vuela,
sigue la nube errante, y fatigada
la paz profunda de la noche anhela.

Aspiráis de ese cuadro misterioso
una dulce ideal melancolía;
el corazón, latiendo silencioso,
parece que desmaya con el día.

Sentís volar a la memoria errantes
recuerdos de un dolor que no se nombra,
fantasmas y quimeras vacilantes
que corren a ocultarse entre la sombra.

Veis surgir, con el alma estremecida,
los seres que en el mundo habéis amado,
su sonrisa, su voz, su voz querida,
como un largo sollozo del pasado.

Llega la hora sublime... aquel instante
en que la luz entre la sombra oscila,
en que el mundo desmaya suspirante
y el alma vuela a su Creador tranquila.

¡A ese instante de unción, no hay quien resista!.
Eleva al ignorante, eleva al sabio
estático quedáis fija la vista
con el nombre de Dios sellado el labio.

Rafael Obligado, poeta, falleció el 8 marzo de 1920.

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