martes, 22 de marzo de 2016

Amaneció Primavera.

Cómo de atarantado estaré que entró la Primavera y solo tuve una preocupación y ninguna alegría. Sí, lo poco para mí es demasiado, pero enterarme por la prensa que entró la Primavera... ¡Joder, dona!, ¿y qué será lo siguiente? Tasar lo que no tiene precio, pagar una cantidad indecente de dinero y subirlo al desván... O enterrarlo con mi última obsesión.

Culpable el ruido de tambores en Semana Santa. Primero fueron Fallas y ahora Semana Santa. Cuando la paciencia exigida no es comparable a la fuerza, si el tiempo no lo remedia ¿Qué? La soga no aprieta el nudo. Todo lo que está bajo el mismo cielo, sentimiento audible, decidor, como el propio ruido, amor, persiste en mi mente y retrasa el reloj. No quiero acostumbrarme al ruido y al amor en Primavera sin ti. Si solo las mariposas vuelan libres en Primavera qué hago con mis sueños... tu mirada de soslayo y tu risa, qué hago con el roce de tu piel, la humedad de tu cuerpo... Dímelo amor, dímelo, rompe el silencio.

No es sano para una mente absurda que empiece en la misma fecha la Primavera y Semana Santa. Un periodo en el tiempo dedicado al recogimiento y la meditación, al éxodo en el campo donde el azahar en flor invita a sentir la aventura de la vida sin prudencia, como si fuera el fin del mundo, como si no te hubieras ido, amor. Esto es una locura. No es sano para mi mente absurda, porque sin ti, amor, sin ti...

Ayer entró la estación más hermosa del año... Es Primavera, donde la naturaleza pone el esfuerzo para que el día amanezca con inquietudes sublimes, y mientras, yo sigo atento al tormento de los tambores. Para mí el ruido y tú sois el mismo tormento... No ser capaz de abstraerme al ruido es mi condena... El ruido impune. Quiero saludar nuevos versos capaces de negociar con la vida una esperanza, amor, no me resigno a abrazarte solo en sueños. Si María, la magdalena, me diera la posibilidad de una segunda oportunidad te elegiría a ti, toda tú real en Primavera. Amor, en Primavera y siempre.

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