Quizá porque no hay nada escondido (o sí) en nuestra mente. Claro que sí. La mente guarda cosas que ni remotamente podíamos imaginar. Son recuerdos que, inalterables, están ocultos en un escondite. Y en eso estamos. Y no hablo de un amor ido, sino de mi tierra y de unos amigos que me vienen a visitar por Fallas. Ayer tarde hablé con ellos y luego de echar cuentas de los días que nos quedaban por vernos, nos fuimos de visita por el pasado y descubrí que sé más de mí que lo que creo saber. No miento. Si digo que no sé no sé, y cuando lo sé lo digo: es todo. Él me dijo, yo también, el me contó y me explicó, ¿cómo no vas a recordar? Y recordé. Todo está en la mente. Y no solo en tu divina mirada. Intenciones, descuidos, arrepentimientos: ¿por qué fui tan estúpido...? Vivencias que fueron. Familia. Pueblo. Casa. Eran otros tiempos. ¿Cómo duele recordar cuando todo está perdido...? Tiempos pasados. Tiempos fervientes. Mi juventud. Amo a mi tierra por hermosa más que por brava. La amo por sus montañas. Por sus ríos. Por sus minas de hierro y carbón. Simplemente amo mi tierra. Y mi infancia. Y mi juventud. No, nada está perdido. Cuando lleguen -ya pronto-, me tienen que poner al día. Tal vez me quede más por recordar. Ojalá. Aunque me duela el alma. Por todo el amor que le he prodigado a mi pueblo asturiano.
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