viernes, 10 de febrero de 2012

Un viernes y una pena

En un viernes de poco fiar, repaso la prensa, la ojeo de la primera a la última, de arriba a abajo, al revés y al derecho. Noticias, reportajes, crónicas, entrevistas, sucesos, y nada: Baltasar Garzón. Luego profundizo en columnas, comentarios, artículos, editorial. Busco algunas señales, entrelineados, márgenes, denuncias, crispaciones, asombros, pero nada: Baltasar Garzón. El resultado, salvo un par de excepciones que tienen que ver con el desempleo y la reforma laboral, me dice que efectivamente existe un final a este camino de incertidumbres, malos tratados y peores soluciones. Nos costará sudor y lágrimas llegar a él, pero existe. Se trata de caer y tener el coraje y la destreza de levantarse, porque es la manera de adquirir la fuerza necesaria para llegar al final. Es un conjunto de circunstancias que nadie comprende. Es una realidad que algunos aprovechan para enriquecerse y empobrecer al pueblo. Es una total sinrazón. Pero existe un final. Y mientras, una trabajadora lamenta en el silencio su pena más profunda: Considera que es ninguneada, incluso despreciada en su ambiente laboral, y tiene su consuelo en el desconsuelo. Pero es fuerte, no cabe la menor duda, y no está sola. Lo de ayer fue la pestilencia del poder y la información interesada. El dolor no deforma, sino transforma. Es todo. Lo demás llegará como llega el buen amor (cuando llega): a escondidas.

"Los amores cobardes no llegan a historias, se quedan ahí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar...". Silvio Rodríguez.

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