Por ser como soy.

De siempre la sinceridad fue norma en mi vida. Y no me trajo pocos disgustos, pues pasa por decir siempre lo que siento y lo que pienso. Y eso que de cuando en vez no están en sintonía mis sentimientos y mis pensamientos.

Aspiro a que mi colindancia comprenda que ser como soy no es un castigo sino una virtud dentro del desorden mental que me obliga a ir a misa y pedir perdón todos los domingos. Mi manera de ser solo me trae malentendidos. Y con ellos un gran dolor. Imposible decir lo que siento o pienso y se considere lealtad y no lo contrario. Quizá me salva que nadie me toma en serio. Pero eso también duele.

Los valores ciudadanos se han ido para no volver. La mentira y la traición vienen de origen en cada relación de azahar al roce de la piel. ¿Cómo puede sobrevivir el amor entronizado en una mentira? La inocencia de una mirada de soslayo, la emoción de las mariposas que siempre vuelan libres en privavera o en el estómago que niega a digerir la crueldad de una mentira. Mi manera de ser no es una carencia conductal que me lleva al desapego que obstaculiza mis relaciones humanas. Sé lo que digo.

En este comentario apuesto por la posibilidad de dar una segunda oportunidad... De dar un margen de duda. De no imponer el orden de las cosas porque sí. Porque todo en la vida tiene al menos dos caras. Apuesto por una combinación de equilibrio ante la necesidad que tenemos de convivir con la sinceridad sin manipulaciones.