A una amiga que aún no tiene claro que soy mujer. Y muy hermosa, por cierto.
Con Gallardón aún al mando de la reforma de la Ley del Aborto, hoy derogada por la presión ciudadana y las próximas elecciones, un grupo de mujeres pertenecientes a la Tertulia feminista les Comadres de Gijón (Asturias), van a demandar a Don Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares, por sus declaraciones al comparar el "Tren de la Libertad" que organizaron a Madrid con los del holocausto judío. ("Esti obispu alloqueció y Francisco tien que sabelo"). Vamos a suponer, y no sé si será mucho suponer, que llamar nazi a alguien esté considerado delito y no libertad de expresión. La delegada del gobierno de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes vinculó a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y su portavoz, Ada Colau, con "apoyar a grupos proetarras como Bildu" y, según ella, las acciones de la PAH para frenar los desahucios con la "kale borroka" y es libertad de expresión. ¿Libertad de expresión? ¿Entonces dónde está el límite?
Según me cuentan mis informadoras, hay países donde se penaliza absolutamente el aborto. Luego están otros con supuestos y España que ya veremos... Ojalá Rajoy considere a la OMS cuando afirma que la mortalidad materna es tres veces más alta en los países con leyes restrictivas de aborto que en el resto de los países donde no está penalizado. La iglesia católica mantiene una represión que no tiene nombre al pretender que la consagración de inviolabilidad de la vida desde el momento de la concepción sea sentencia de muerte para las mujeres.
Una, yo, como mujer católica (iglesia católica siempre incluyente y respetuosa con las libertades de todas las personas. Incluyendo el santo fornicio y el bendito amor) en ejercicio digo, y quiero que se me escuche: ni ciertos supuestos, ni plazos, ni la madre que me parió: "Aborto libre y se acabó".
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