viernes, 16 de mayo de 2014

Confidencia

La niña Atenea me regala un dibujo que hizo en la escuela y me dice que soy yo. Me hace pensar entre risas y alegrías: me explica donde se encuentra mi nariz, incluso me enseña mi mirada. La vida es una caricatura, un garabato imposible de entender a veces. Le digo que le salió clavado. Y no miento. Le diría a Patricia que me enviara un exhorto de buenas condolencias.

Se aprecia necesario abstraerme de lo cotidiano en algún momento no demasiado lejano en el tiempo. Quizá garabateando como la niña Atenea para distraerme. Sería como un recurso de calma para enaltecer el garabato.

Que alguien, quien sea, me lo explique, me instruya en el mérito y me enseñe a vivir sin arriesgar la vida en noble gesta. Confieso ser un digno derrotado, empedernido escribidor y amante de la poesía y la literatura, la amistad pero sin excesos. No me lo puedo permitir.

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