domingo, 1 de septiembre de 2024

Y la vida dijo sí.

Llegó septiembre y asumo las consecuencias por los inadecuados comportamientos influidos por la pobreza de espíritu (otro terrible descuido de la Magdalena). Mi mente absurda me enreda cuando escribo el día que me gusta vivir al hacerme creer que una realidad afable es posible. Justo ahora que ando como la mayoría de los vencidos atrapado en el arte de lo posible, es cuando tengo que atizar la modorra de los torpes de entendederas a través de la literatura para que no sigan el compás de una marcha patriótica sin bandera y otros versos. Es natural y lógica timidez escribir el día como soneto de una verdad, o el poema de un ensayo vertido con esmero y algún adjetivo en una crónica de vida. La gran fortuna de alguien como yo está en creerse lo que escribe. Me hubiera gustado tener el talento necesario para motivar, incitar a humildes de corazón a entrar en de soslayo, leerme y volver. También militar la amistad con vocación de seguir, con vivencias propias y ajenas, saludando ausencias, justificando olvidos, pero solo me ofrecieron vender elogios. El amor me esquivaba. Confieso que no hace tanto mi vida se iba yendo por decorados oscuros con voces que no callan, el maldito ruido y el dolor de cabeza que levanta. Pero anoche me sentí culpable y le hice una propuesta por escrito a la vida: "Hola, vida, te debo mucho, si eres capaz de olvidar que un día te rechacé, si me absuelves, acepta que comience una nueva relación entre nosotros". Y la vida dijo sí. Gracias.

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