jueves, 19 de septiembre de 2024

Para ser Musa antes hay que ser mujer.

Una mujer alardea de haber descubierto que la sintaxis produce tal desbarajuste en la palabra que la incapacita para formar oraciones y expresar conceptos. Un autor que desatiende la sintaxis escribe al dictado, no tiene estilo de expresión asertivo. Una mujer por ser Musa de poetas confiaría su alma al diablo. Si fuera cierto tendría que ser amante de poetas y saber leer entrelíneas. La palabra del poeta si se explica aclara las dudas y vence el miedo. Su fuerza provoca ese hormigueo peculiar en el estómago que sienten los enamorados. La palabra, como vínculo verbal es la portadora cognitiva que da esperanza al cuerpo y silencia los ruidos cuando el no poder conciliar el sueño desbarata la psique. Un poeta aconsejaría a esa mujer no lanzar al viento que la sintaxis incapacita la palabra si en algo valora su vida emocional. De lejos, quizá todo gire en torno a la sintaxis y las formas de combinar las palabras por orden gramatical. De cerca el ingenio de un poeta que emociona no se estudia: su palabra podría ser la peor medicina si impulsa el desequilibrio mental de una mujer -o una sierpe- y saca a la luz su doblez. Un poeta sereno espera que llegue la hora para tocar el cielo en la noche desvelada. (Ayer ninguneando el gusto de la soledad pensé en ti y quise regalarte una canción y ya ves: palabras, solo palabras. Al igual que tú: ni mujer). Gracias.

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