La esperanza de un náufrago en una isla desierta cuando tira una botella al mar con un mensaje de auxilio, es la misma que tiene de soslayo cuando hace un llamado de atención para dar solución a un problema. La esperanza no es capaz de darle paz a la psique (quien lee de soslayo sabe que soy persona de no cantar siempre la verdad, pero como me entretiene, sigo dándole a la rueda que rueda y rueda). El problema está matando y enterrado a una buena persona y no lo sabe. Todo está pensado, tasados los beneficios y escrito, sin embargo, una buena persona no se fía y actúa como si estuviera ausente y no imagina que en ese plan pierde, de hecho ya perdió. Le calló encima la realidad por no optimizar los recursos humanos. Un problema se suma a otros cuya solución pasa exclusivamente por echarles una gota de voluntad política, pero no, y además tomó la sorprendente decisión de no dar la cara. Cuando la voluntad política solapa capas de ignorancia, galbana, y entierra un problema para no darle solución, alcanza el tamaño de inmanejable. Un problema sin solución sigue creciendo y de obvio pasó a indiscutible hasta que Dios lo vio. Dios tampoco tiene voluntad y como a él la política le queda grande. Un político sin voluntad política no se toma en serio su trabajo y su destino es el olvido. (Un político vive una irrealidad fantasmal). Gracias.
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