Su plan no surtió efecto y es una pena, porque ahora, y además, lo manejan iletrados necios, torpes útiles e inútiles listillos. Sentenciado sin acusación ni derecho a la defensa, vilipendiado por razones que poco a poco van desnudando el tiempo, al salir de casa no sabe a dónde ir. Al monte o a la playa. A trabajar no, no porque lo humillan y él no tiene madera de santo, ni la cara tan dura como para poner la otra mejilla. Hizo lo que creyó justo, según su confesor, y la vida no tiene que ver con la fe. Uno no se puede fiar ni de Dios. Del confesor y no de Dios. Hizo mal y lo sabe. Tendrá tiempo para arrepentirse toda una vida. Si al menos se llevara mejor consigo mismo: está solo y se siente solo. Su vida va para ranchera mexicana. No tardará Javier Solís o Jorge Negrete en cantarla por las esquinas. (No te preocupes si no logras sobresalir en esta vida, es señal de que fuiste llamado a encajar y sobresalir en otra vida. Que no te confunda un mal consejo, cada lección asimilada es lo que te asegurará no volver a equivocarte por la misma causa. No creas que todo está perdido, ni que eso o lo otro es un sí o un no. Todo es relativo: será definitivo cuando tu conciencia compruebe tus verdaderas intenciones y te lleve donde solo ella te puede llevar. Mientras, intenta salir más o menos cabal de ese manicomio donde tu confesor de buena fe te metió). Gracias.
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