lunes, 6 de diciembre de 2021

Un político, un becario.

Perdido por el atajo de Flor de María en Les Seniaes llego a la conclusión que en los años altos tuve suerte: hago lo que me gusta y me pagan por ello. Siempre tengo la razón de parte y la llevo en el corazón. Como llevo a la Shakira, ay. Con todo y más, quiero decir que en todo caso, incluso a costa de pasar hambre, haría lo mismo: escribir y leer poesía, sin olvidar algún descuido de la María que saco a pasear para que, quien se sienta aludido, sepa que el miedo lo vigila. Y de un descuido un político, un becario. Un político sin el erario no sabría doblar una esquina aunque le fuera el cargo en ello. La política echa a perder los sentimientos (no me importan tus éxitos, me interesa tu vida). Leo poesía y mataría por ser poeta. Leo poesía y lo que caiga entre mis manos, las ofertas del carrefur o la Ley de Función Pública. Por cierto, ¿habrá un político que sepa qué es la Ley de Función Pública? Carece de importancia. Cualquier funcionario enseña el camino del manicomio o algo peor si existe. (La afrenta pública es un acto criminal penado por la ley. Otro día hablaremos del desprecio a la autoridad). Gracias.

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