¿Y qué si ponemos las cartas sobre la mesa y tratamos de ganar los dos? Digo ganar porque no tenemos nada que perder. Va siendo hora de empezar a ganar. Comenzaríamos por enseñarnos las cartas, darlas por buenas, y en vez de perdonar a nuestros enemigos, aniquilarlos. Si echamos cuentas tenemos los mismos enemigos. No quiero que mueras por mí ni yo por ti ni los dos por nadie, de modo que aniquilar a quienes hacen daño por placer me haría ilusión, ay. Eres buena persona. Ser buena persona hiere la salud. A mí la salud ya me tomó la medida del traje, pero no me lo pone porque la María siempre me acompaña. Además, yo vengo de muy buena familia, me educó la escuela pública a ritmo de cara el sol y perdónalos Señor que saben lo que hacen. De viejo no imagino lo poco que sé, aunque los aniquilaría sin caerme una lágrima. Ojo, aniquilar es reducir a la nada (no se me vayan por los Cerros del Sabina). Ellos son demasiados cobardes para hacerse el haraquiri. Son de los que tiran la piedra y esconden la mano. (Y yo de los que no esperan a que el universo nos compense). Gracias.
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