Me gustaría hacer camino al andar, como nos aconsejó el poeta Machado. Son los años, y sobre todo haber sido testigo de mis actos. Hecho la vista atrás y creo que no me he ganado el derecho a caminar haciendo camino. Mis peores acciones lo impiden, además, hacer camino al andar no es un derecho, es un consejo, y los consejos no interesan. ¿En qué quedamos? Y entonces la razón dio en loco (la culpa tuvo dueño) y ojalá no perdamos la capacidad de emocionarnos para que el ánimo no decaiga. Cuánto menos. ¿Hablamos, pues, de poner de acuerdo la razón y la emoción? ¡Acabáramos!. Perdí el tren hoy y mañana y, como penitencia, una dama de la poesía quiere que me muera para siempre jamás. Vale bien: por el bulevar de los sueños rotos del Sabina, situado al lado del corazón, ya es de noche y no entra el sol. No entra el sol y ayer se rezó a La Inmaculada y no a María Magdalena. (Ni a Dios se rezó). Casi muerto, a una dama de la poesía aún le cantaría una canción de amor escrita de mi puño y letra. Al véspero cada verso será una estrella fugaz. (Deja que entre el sol en tu vida). Gracias.
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