Nadie se queja de una batalla perdida si gana la última. Y fin de la guerra y con ella la paz inestimable. Una batalla se gana y otra se pierde. Pero, ¿qué pasa cuando pierdes la que ganas? Nadie llega lejos sin dejar un pedacito de cielo atrás. Nada se gana sin dolor, sin sacrificio, sin paciencia, sin sentirse amado. Si ser capaz de amar, amor. De ahí que la adversidad no es más que la primera lección de vida, el primer paso para vencer y la señal inequívoca de que el camino se hace andando. Nada importa no hacer las cosas mal si no se hacen bien. Y en este punto aparece Karl Marx y una sentencia: "la religión es el opio de los pueblos" (y el antídoto la conciencia). Dios, en su querer creer en el humano ser nos dio la facultad de elegir el camino. De nosotros depende vivir en paz con nuestra conciencia. Es pues nuestra elección. ¿Será entonces posible elegir al primero que nos eligió? Es difícil entender la Palabra de Dios, de hecho, para mí imposible. (Seguiré insistiendo hasta que la palabra influya y la duda agonice. Mientras tanto ... Mientras tanto solo el amor importa. Y la salud que no falte). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario